martes, 24 de junio de 2008

¿Y EL ESFUERZO CONTINUA?


¡Fidel dobló las manos!
Se fueron el Procurador y el secretario de Seguridad Pública.
El gobernador de Veracruz no soportó más presiones, grillas palaciegas y maldiciones de pequeños grupúsculos por el clima de violencia que vive la entidad veracruzana.
Lo criticaban por mantener en el gabinete estatal a quienes, ellos señalaban, ser los responsables de la ola de secuestros, levantones, asesinatos y asaltos que viven todos los días los veracruzanos.
Hasta algunos, dizque columnistas políticos, que en el pasado guardaron el silencio de la complicidad por las prebendas recibidas cada mes, se unieron al coro de protestas de la inseguridad pública.
Demandaban el cese inmediato del procurador Emeterio López Márquez y del secretario de Seguridad Pública, José Manuel Orozco Méndez, a quienes tildaban de ineptos que nada hacían por capturar a los malos ni por prevenir o adelantarse a los actos delictivos.
Y lo han logrado.
Dejándose llevar por el canto de las sirenas, algo no muy común en su estilo de ejercer el poder, el mandatario veracruzano determinó cortarles las cabezas a dos de sus principales colaboradores, a quienes podrán acusarlos de todo, menos de desleales ni rateros.
El asunto de la seguridad pública y la procuración de justicia, son temas muy escabrosos y delicados, arrastran vicios ancestrales de corrupción y de servicio o entrega al crimen organizado.
Por sobornos muy superiores al raquítico sueldo que les paga el estado, malos elementos venden información estratégica de los operativos policíacos.
Los cuerpos de seguridad de Veracruz, siempre han convertido su responsabilidad pública en un tianguis donde ofrecen sus servicios al mejor postor; no pueden despreciar la tentación por las maletas con un chingo de lana que pone en sus manos el hampa.
La inseguridad que hoy enfrentan los veracruzanos, no es privativa de la entidad; el país entero se despedaza a causa de ese pulpo de mil cabezas; hasta el propio gobierno federal con todas las fuerzas multinacionales de seguridad, parece ir perdiendo la batalla.
Veracruz no es la excepción, peor aún con los datos escalofriantes de complicidades que registra la historia.
Con Agustín Acosta Lagunes al frente del gobierno, la entidad fue entregada a bandas caciquiles de horca y cuchillo que convirtieron a Veracruz en ríos de sangre, actuando siempre al margen de la ley sembrando el terror entre la población.
En el sexenio del gobernador Patricio Chirinos Calero, distinguidos miembros de su gobierno fueron señalados presuntamente de recibir sobornos de los narcotraficantes a cambio de protección a sus actividades delictivas en territorio estatal.
Fueron tan espléndidos los padrinos que hasta para comprar yates alcanzaba, escándalo que, pese a los años transcurridos, cobra vigencia y a punto está de reventar.
En la administración de Miguel Alemán Velasco, estalla el escándalo y verdaderos casos de corrupción policíaca, fueron escenarios de vergüenza internacional para la entidad.
La DEA, agencia antidrogas de Estados Unidos, le puso nombres y apellidos a los jerarcas de la seguridad pública de Veracruz, acusándolos de brindar protección al capo del momento, Alberto Quintero Meraz, alias “El Beto”, sabido por todos que para sentirse más seguro decidió ser vecino del gobernador en el fraccionamiento Costa de Oro, en el municipio de Boca del Río.
Y fue en el gobierno de Alemán, cuando más policías estatales terminaron en el reclusorio Almoloya de Juárez, (hoy La Palma) por sus presuntos nexos con el narcotráfico, que “no hablaron ni echaron de cabeza a sus jefes” por temor a ser asesinados en el interior de la cárcel.
Con el junior Miguelito, los barones de la droga vivieron en el paraíso en Veracruz, corrompieron y sobornaron desde un policía raso hasta los de alto rango, no importándoles las estrellas en el uniforme.
Esa mala semilla sembrada en el gobierno de su antecesor, fue la que cosechó Fidel Herrera en el aparato de seguridad pública, con elementos ministeriales y preventivos contaminados.
La pudedumbre policiaca se encuentra en los mandos medios; el cáncer está de la cabeza para abajo.
Y no será combatido con fiscales de lujo o de mano dura, ni tampoco nombrando militares condecorados.
Se requiere una implacable limpia, pero que ésta empiece desde el policía municipal, que representa el primer eslabón de contacto con la población y sus bienes; es él, antes que nadie, quien detecta al delincuente cuando llega a delinquir a su territorio, con el riesgo también de caer en el soborno que le ofrecen por su silencio.
Y que el saneamiento de los cuerpos policíacos continúe con los delegados o comandantes regionales, tanto de seguridad pública como de la procuraduría, que mantienen cotos de poder y protección en toda la geografía veracruzana.
Mientras a la delincuencia organizada se le pretenda seguir combatiendo con medidas viciadas, como es la compra de armas o camionetas, el estado deberá tener una larga lista de relevos para enfrentar al hampa.
Hoy les tocó la guillotina al licenciado López Márquez y al general Orozco Méndez.
¿Quiénes siguen?
Por lo pronto, Salvador Mikel Rivera y Sergio López Esquer, se harán cargo, bajo previa aprobación del Congreso Fidelista, de la Procuraduría de Justicia y de Seguridad Pública.
Dos dependencias convertidas en hornos hirvientes.
Y seguro tampoco son bomberos para apagar el fuego.
¿O usted qué opina?

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