Amenazan a México los demonios del pasado.
Aquellos que fueron causantes de las luchas de independencia en 1810, y 100 años después, en 1910, los de la Revolución Mexicana.
Han transcurrido doscientos años de la justa heroica iniciada por don Miguel Hidalgo para terminar con la esclavitud y yugo español, y cien años del movimiento revolucionario de Francisco I. Madero contra el imperio de Porfirio Díaz.
Después del grito de Independencia del cura Hidalgo aquella madrugada del 15 de septiembre de 1810, transcurrieron cien largos años para que los revolucionarios mexicanos iniciaran una nueva revuelta contra el dictador Díaz.
Los orígenes de aquellas luchas fueron en respuesta a la opresión que vivía el país, primero de mano de los conquistadores españoles, y después de los caciques y terratenientes.
Gracias a Hidalgo, Morelos, Aldama, Allende, y a Zapata, Carranza y Madero, entre otros grandes personajes de aquellas gestas heroicas, México alcanzó independencia y libertad.
Sin embargo, pareciera que los logros alcanzados hace doscientos y cien años respectivamente, en forma pasiva se han ido tirando a la borda cada sexenio de gobierno en la presidencia de la república.
Primero 71 años ininterrumpidos de mandatos emanados por el Partido Revolucionario Institucional, fundado en 1914 por Plutarco Elías Calles, y los últimos 9 años por fervientes militantes del Partido Acción Nacional, considerado en México como institución política de derecha.
El 2 de julio de 2000 cuando el PAN y su candidato Vicente Fox ganaron la elección presidencial terminando con la supremacía tricolor, los mexicanos revivieron sus esperanzas de transformaciones verdaderas en el país, alentando un mejor futuro económico y social para todos.
Pero los que se desbordaron en las urnas a favor de Fox y sus promesas de cambio que terminaran con la corrupción imperante en los gobiernos priístas, pronto se decepcionaron.
El hombre de la botas resultó peor que sus antecesores… su administración terminó hundida en el fango, inmersa en el tráfico del poder que convirtieron en multimillonarios a muchos de sus cercanos colaboradores, y principalmente a su esposa Martha Sahagún y a los hijos de ésta, los pillos hermanos Bribiesca.
Con Felipe Calderón, otro distinguido miembro del PAN llegado a la presidencia en medio de sospechas y dudas electorales, el país no tiene rumbo ni destino, y las buenas intenciones del michoacano se vinieron abajo con la devastadora crisis financiera mundial.
La recesión económica ha sido de resultados catastróficos para los mexicanos; los precios de los productos básicos están yéndose a las nubes porque nadie controla a los hambreadotes comerciantes.
Y según números de organismos no gubernamentales más de 4 millones de compatriotas han sido lanzados a las calles en los últimos 12 meses quedándose sin el sustento diario para llevar a sus hogares.
La situación que vive México es en verdad de emergencia nacional.
Pero el gobierno calderonista pareciera estar sordo y ciego ante los reclamos y necesidades de sus gobernados, y lejos de visos de un mejor mañana, atiza más fuego a la hoguera.
Primero propone para el 2010 un paquete fiscal con aumentos generalizado del 2 por ciento que representaría el tiro de gracia para la insoportable situación económica de los mexicanos más pobres y jodidos de este país, que desde luego aunque sea de palabras, no es aceptado por la mayoría de diputados y senadores priístas en el Congreso de la Unión.
Y como si la crisis y su tentativa de más y nuevos impuestos no fueran suficientes para el descontento social, Calderón y su grupo de asesores decidieron exterminar a la Compañía Luz y Fuerza del Centro, bajo el pretexto de ser una paraestatal inoperable a la que cada año tenían que subsidiarla con más de 40 mil millones de pesos.
A los miles de trabajadores y sus dirigentes se les relaciona con el ex candidato presidencial del PRD Andrés Manuel López Obrador, por lo se asegura que el motivo principal de Calderón para desaparecer a Luz y Fuerza, fue quitarle al Peje una de sus vitales fuentes de financiamiento, después del gobierno del Distrito Federal.
La monstruosa marcha de más de cien mil manifestantes por la liquidación de esa compañía de luz el jueves en la ciudad de México, habló por si sola. Es la voz del repudio a las políticas económicas del gobierno federal.
El descontento social se ve y se siente en cualquier rincón de la república; no hay lugar donde no se escuchen maldiciones contra Carstens, el secretario de Hacienda, y contra la propia investidura presidencial, a la cual consideran impotente e incapaz para sacar del hoyo al país.
Sin el ánimo de convertirme en agorero del desastre, pregunto…
¿Qué más sigue en México?
Porque el país se le deshace a Calderón en las manos, alimentando la descomposición social, llevándolo a terrenos pantanosos, como aquellos que hace 200 dieron origen a cruentas y ensangrentadas luchas y movimientos por una mejor patria.
Rogamos por que la sangre no llegue al río.
¿O usted qué opina?
viernes, 16 de octubre de 2009
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