jueves, 22 de octubre de 2009

LA GRAN INCOGNITA…


Prendida de alfileres ha quedado la candidatura de Javier Duarte para el gobierno de Veracruz.
Sus votos en la Ley de Ingresos del gobierno federal para el 2010, podrían convertirse en su infierno y representar su tumba política, enterrando en ella sus aspiraciones de ser el heredero del trono Fidelista para el sexenio 2010-2016.
Podrá Duarte en los próximos meses alcanzar la candidatura de su partido el Revolucionario Institucional. Pero… su triunfo en las urnas se instaló en riesgo de empantanársele.
Y no es para menos.
Echó las campanas al vuelo, antes de tiempo.
Seguido de una bola de aduladores y aplaudido por un séquito de periódiqueros, Javier se dio el lujo de recorrer la entidad veracruzana prometiendo que “su partido no aceptaría ni permitiría ningún nuevo impuesto, ni tampoco incremento alguno en los gravámenes ya existentes”.
Pero lo más grave de Duarte, lo peor de sus promesas, fue asegurar que “él y ningún integrante de la diputación veracruzana apoyaría con sus votos las iniciativas de aumentar la carga tributaria para el próximo año fiscal”.
Con esa bandera de justiciero social enarbolando las causas populares, la de los empresarios, industriales, comerciantes y vendedores ambulantes, el joven legislador cordobés creyó subirse a los cuernos de la luna, y tener agarrado a dios de las orejas.
Sus promesas sirvieron para que durante su corto peregrinar de información por la entidad, recibiera las muestras de agradecimiento y apoyo de todos los que estaban en riesgo de verse afectados directa e indirectamente con los nuevos impuestos que proponía el presupuesto de ingresos de la federación para el 2010.
La férrea y aguerrida defensa que el doctor Duarte y su loca Academia de Diputados prometían en San Lázaro, vitoreada por su grupo de corifeos compuesto en su mayoría por falsos plumíferos, hicieron que el delfín de la Fidelidad, se hinchara de ego y vanidad.
Debo reiterarlo con la puntualidad de siempre…
El arte de la política es de tiempos y de ritmos, justo en el momento de las circunstancias; ni antes ni después.
Abrir la boca sin tener el bocado en sus manos, han colocado en el filo de la navaja al virtual candidato del PRI a la gubernatura de Veracruz.
Lo que deja en evidencia que los halagos desmedidos, la lambisconería desbocada, y su inexperiencia en estos menesteres de la política, empiezan hacer estragos en la incipiente carrera política del ex secretario de Finanzas del gobierno estatal.
A vista de todos están las consecuencias…
Los que hace apenas unos cuantos días en forma incansable se amotinaron en las calles para exclamarle vivas a Duarte creyendo ver al Robin Hodd veracruzano del futuro, la mañana del jueves, una vez aprobada la Ley de Ingresos, fueron víctimas de la decepción y el coraje.
Los integrantes de las Cámaras de Comercio, de Coparmex, de la Canacintra y la Asociación de Industriales del Estado, lanzan pestes, rayos y centellas contra Javier y toda la rufia de legisladores federales que levantaron el dedo en señal de aprobación de los nuevos impuestos.
Y qué decir de los sentimientos encontrados de toda la ciudadanía en su conjunto por lo que consideran el engaño del diputado Duarte.
¡Quisieran lincharlos!
Es lo que dicen en las colonias populares y barriadas del estado donde se presentaron Duarte y compañía a difundir sus discursos de rechazo a la iniciativa presidencial.
¿Qué decir ahora?
¿Cómo dar la cara a los industriales, empresarios y comerciantes?
¿Con qué jalada salirle a los más pobres y jodidos de Veracruz?
Y… con qué clase de cinismo ir a las calles a pedir el voto.
No la tiene nada fácil Javier Duarte.
Lo empinaron y… quién dará la cara por él para rescatarlo del descrédito popular y empresarial.
Porque como lo escribí ayer…
¡Palo dado, ni dios lo quita!
¿O usted qué opina?

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