miércoles, 8 de octubre de 2008

RICARDO LANDA CESADO FULMINANTEMENTE

Ricardo Landa, el gato modorro, abusó de la estrella Fidelista y terminó eclipsado.
El gobernador Fidel Herrera ha determinado cesarlo en forma fulminante de la Subsecretaría de Gobierno desde el pasado fin de semana, una vez “informado del valemadrismo” que reinaba en esa dependencia.
Mañana viernes podría rendir protesta como nuevo subsecretario el todavía diputado local cordobés Francisco Portilla Bonilla, en el momento que el pleno legislativo le autorice la licencia solicitada la mañana de ayer miércoles.
Conocida su suerte a través del secretario de gobierno Reynaldo Escobar, convertido en el verdugo Fidelista, el todavía funcionario estatal se ha dedicado a sacar sus pertenencias personales de la oficina gubernamental que, a decir de todos, le quedó demasiado grande para su escasa y reducida capacidad intelectual, política y operativa.
En los momentos que la oficina de prensa de la Beba Galván divulgue la salida del gato modorro de palacio de gobierno, los despistados “comunicadores” oficiales escribirán la versión que les dicten desde la secretaría particular del gobernador.
Y la principal será que la muerte del quemado Ramiro Guillén Tapia, frente al palacio de la Fidelidad, fue la gota que derramó el vaso para que el mandatario decidiera sacar a Landa Cano del gabinete estatal.
Qué mejor “motivo” para el noble y sentimental gobernador de Veracruz, que el de un defensor de los derechos humanos de los indígenas de la Sierra de San Pedro Soteapan, que decidiera inmolarse porque el señor Landa no atendía sus peticiones.
Lo cierto es que el tío Fide ha esperado desde hace varios meses el argumento ideal para sacudirse a Landa Cano.
De la dirigencia estatal del PRI Fidel se lo llevó a su gabinete por el simple y acostumbrado formulismo priísta, no porque el gato lo haya convencido de ser un excelente operador, capaz de negociar y encontrar acuerdos con todos los actores políticos del estado.
Y el paso de los días le dio la razón al ejecutivo estatal.
Estando el gato modorro al frente de la Subsecretaría de Gobierno, la plazoleta Lerdo siempre lució cubierta de pancartas de protestas de los diferentes grupos políticos y sindicales demandando atención del gobierno del estado. Y Cuando Landa Cano intervino nunca logró convencerlos.
Lo raro de todo era que mientras el joven Landa Cano fracasaba como operador político Fidelista, para chingarse la lana del erario público resultaba ser alumno excelente del gobernador.
Incluso peor, que los ladrones alemanistas.
Se sabe hoy que Landa es dueño de incalculable riqueza, entre estas, ranchos ganaderos y de cría de caballos pura sangre, de un cuarto de milla que, se asegura, va a partes iguales con Herrera Beltrán, a quien le ha dado por eso de las carreras equinas, en las que se apuestan de uno a dos millones de pesos, como las que tenían lugar en Villarín, allá en el municipio jarocho.
Fidel no se espanta de la prosperidad financiera de su colaborador, menos si es su socio; siempre estuvo informado de los grandes negocios que Ricardo, hijo y padre, realizaban, uno como subsecretario de gobierno y otro al frente de Maquinaria de Veracruz (MAVER), donde han llegado al descaro de rentar las máquinas oficiales a los ayuntamientos y constructores que hacen obras al propio gobierno, como si fueran patrimonio de los Landa.
En el tiempo como subsecretario, el único mérito que se le conoce a Ricardo Landa y que además fue motivo de nota principal en los diarios de información, es cuando un brioso corcel lo tiró y por poco lo mata en el Lienzo Charro de Acayucan, cuando quiso alardear de buen jinete para impresionar y conquistar a la alcaldesa Regina Vázquez Saut.
Esa caída motivó que desde entonces a Landa Cano lo conozcan como el “único gato pendejo que lo tira un caballo”.
Desde hace muchos meses al colaborador Fidelista se le veía en Acayucan; desde esa zona sur del estado trataba de resolver los problemas políticos competentes a su responsabilidad; muchos cuentan que era porque “el amor le llegó en serio”.
El motivo real del cese de Ricardo, además de sus torpeces como operador político, son otras de índole personal con el gobernador.
Reglas no escritas determinan que al jefe nunca se le rebasa, ni siquiera en la carretera, mucho menos en amores.
Y lo que le gusta al jefe, es para el jefe, cuando éste lo deseche, quizás cualquiera puede aspirar a tomarlo; antes, nunca, ni soñarlo.
Fidel, mi amigo, sabe a qué me refiero.
¿O usted qué opina?

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